sábado, 1 de marzo de 2014

Aquello que Nunca Diré


Hay tantas cosas que no dije, tantas… tantas que nunca diré… Suspiro que llega al cielo, suspiro que muere en lo más alto, y allí tan lejos se queda inerte esperando resucitar como un Lázaro. El suspiro es el alma de las palabras sin pronunciar, es el alma del que ha muerto antes de nacer, con todas sus ilusiones o con todos sus errores, es esa puerta que deja de existir cuando aún con miedo decides cruzar. ¡Suspiro que lanzo al recordarte, suspiro que mando al infierno cuando rememoro tu presencia, suspiro… el canto del cisne!

   Cuanta muerte sin huesos, sin polvo, cuanto verbo en silencio, y en cambio, cuanta palabrería y cuanta charlatanería… Este mundo es un cementerio de palabras en donde habitan los fantasmas de la hipocresía. El paisaje es desolador, la tierra negruzca y polvorienta presenta un espectáculo tenebroso, las esperanzas se diluyen entre jirones y despojos, la promesa de un mundo mejor se arrastra moribunda entre piedras e inmundicias humanas. El que calla otorga y el que vocifera se queda con el pastel, mientras los corazones quedan sumidos en la soledad más oscura, en órbita hacia el agujero negro, hacia la destrucción ¿Injusticia? Injusticia.

   Debiera decir tantas cosas que sólo digo que el sol saldrá mañana de nuevo. Debiera contar lo incontable probablemente, pero… para qué, o para quién. Los estigmas persiguen las sombras de los cuerpos, van siempre detrás en la retaguardia, observando, acechando, aguardando el mejor momento. La culpabilidad tras el juicio siempre gana el pleito, cómo buscar la salida, nunca la hay sólo está la de emergencia ¿Cuál es? Eso mismo, cada cual…; La lucha se hace inútil como estéril desierto en la noche. Invita al sueño eterno si éste existiera, pero una vez más, para qué… El dolor y la culpa pesan demasiado, incluso para los que piensan que están lejos de su radio de acción, ¡Idiotas!.

   Todo esto pudiera ser una estrategia de un alguien superior o de un alguien hábil que ha encontrado la forma de esconderse tras las invisibles formas del velo, y allí, en el otro lado manipula a sus anchas divirtiendo aburrimientos perpetuos o dando sentido a una existencia que los de este lado aún no podemos entender… Pudiera…

   ¿Decir? En serio para qué… no existe en este mundo la capacidad de escuchar con el corazón, aún queda MUCHO para ello, y en cambio tú me exiges que hable… para qué, tú no lo haces conmigo… sólo escucho palabrería, palabras muertas, palabras secas y putrefactas, palabras mentirosas… Debo sobrevivir, y lo hago. El corazón sabe, mi corazón entiende lo que no dices y tu corazón entiende lo que yo no digo, y ahí estamos nosotros entretanto liándolo todo, con pensamientos torpes y cobardes, con palabras embusteras y farsantes, todas ellas constructoras de defensas absurdas, que como en el cuento un lobo sopla la casa de papel inevitablemente.

   Ya no es necesario estudiar la situación, ni siquiera reflexionar, las flores gritan con sus colores y con sus fragancias, las montañas sonríen con su majestuosidad y con sus ofertas de superación, la naturaleza, toda ella, la Naturaleza… ¿Sólo la Tierra? La soledad y la pena responden, todo está en disposición, todo está a nuestro alcance, sí, la naturaleza muestra todo su Amor, ¿Dónde está el nuestro?...

   Hay tantas cosas que no te dije, y tantas que me hubiera gustado escuchar, tantas que quisiera… quisiera…

   Vuelve la muerte, vuelve la agonía de las palabras y con ella el suspiro, un suspiro por el Amor, pues hay muy poco en este planeta, o… lo hay mucho y se esconde. ¡Nos da Vergüenza sentir Amor! ¡O Dios, qué sorpresa!

   “Érase una vez un sentimiento, el Amor, era el más grande y poderoso que jamás se hubiera creado, era tan extraordinario y puro que su creador sintió orgullo de haber podido plasmar su esencia en todo lo vivo, había logrado introducir su alma en todo lo que había creado, fue feliz. Pero él tenía un propósito mayor, y era bastante complejo, para sentirlo era necesario ser merecedor de ello. Para tal fin, sería inevitable tropezar con las incongruencias propias de la vida en la materia y su energía pura. No eran incompatibles pero sí necesitaban la una y la otra de otra tercera ‘sustancia’ para que ligaran bien. Decidió que para tener consciencia y disfrute pleno del poder del Amor los vivientes cualquiera que fuese su forma y naturaleza, necesitaban encontrar ese ingrediente secreto, uno que estaría a su alcance en todo el transcurrir de su existencia pero oculto a sus ojos. Debieran encontrarlo sólo con tener fe en uno mismo…”

   Tantas palabras muertas, tantas abortadas, tanta vergüenza camuflada o disimulada, tanta máscara para tapar el Amor,… A veces me pregunto de qué coño hablamos, cómo podemos seguir viviendo con tanta infelicidad aparentando otra cosa, cómo es posible que el cuerpo aguante, con qué fuerza puedo contar yo para seguir la lucha de mañana. La esperanza para encontrar ese ingrediente y dejar de sentir vergüenza verdaderamente debe ser inmensa, mientras tanto escribo esto que no sé que es…
 
NOTA: Según la R.A.E. Vergüenza: 1.- Turbación del ánimo, que suele encender el color del rostro, ocasionada por alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante, propia o ajena.

1 comentario:

  1. "Debiera contar lo incontable probablemente, pero… para qué, o para quién"
    Pues por que, casualmente, existirán otras Almas que tengan que leer y sentir tus palabras, supongo que así lo acordamos, y les harás meditar sobre las suyas y tener consciencia de sus "palabrerías". Quizás seas su llave aquella que les abra la puerta del Amor. ¡Ayyyy!

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