Un suspiro se evadió de los infiernos se abrió
camino entre las zarzas del hambre ajeno y del mío, la lucha contrajo
matrimonio con los sopores tradicionales de la vida típica de aquí. El nombrar
tu nombre, cualquier nombre abre en mí los surcos de la desesperación. Continúo
aquí escuchando tus llantos, tus idioteces y tus quejas, también escucho las
mías idénticas con otros colores y vestidas con otras ropas, pero los mismos
huesos aguantando templos pesados de emociones y egos destrozado. Las arrugas
de mis manos hablan, y lo hacen más fuerte que yo, saben gritar para quien las
sabe escuchar…
Allí bajo las pirámides en la calidez de una
luz pintada con maduros melocotones escuché, no entendía en un principio pues
los acontecimientos transcurridos en los últimos meses empujaban a cualquier
despistado fuera del camino y yo no iba a ser más afortunada. Lo vi y lo oí al
fin, me fui lejos de lo que creí que era mi sino, me fui… me embarré en la
inmundicia de la humanidad, en los barros de la bajeza, sucia, fría y lejos muy
lejos de mí…
El dragón está atrapado en la cueva bajo la
montaña, se hace daño, choca contra las paredes y escupe fuego en tan reducido
espacio que se quema a sí mismo, desespera en la oscuridad son sus llamas las
que la iluminan, añora el aire y el
vuelo de su alma.
Fue imprescindible bajar a los infiernos,
fue tal cual escribo y ahora las llamaradas de mi boca abierta como la de mi
dragón golpean la furia del silencio. La añoranza pesa demasiado como lo haría
miles de toneladas de plomo en las espaldas de una hormiga. Alzo mis ojos al cielo
lejano, las estrellas me llaman pero su llamamiento solo es un guiño, solo es
un saludo, aún no es el momento…
Para qué desgranar el transcurrir de un
sueño, para qué la dilución de las ilusiones en mi sangre, para qué… no olvido
los orígenes que aunque borrados de mi memoria siento sus huecos, no los puedo
ver pero sí tocar, están ahí, sin ser llenados y vacíos.
Ese
desierto no está muerto, su vida llega a mí a escondidas, con una frase, con
una idea o con un dibujo hecho en una servilleta de papel. Hay vida en lo que
yo creo que es mi desolación, respira más fuerte que nunca incluso cuando
duermo la escucho susurrar para los oídos no se han hecho las cárceles. Un
remolino sube de mis adentros como furia ardiente, va iluminando cada espacio
oscuro, cada minúsculo recoveco, cada hueco vacío… ahora los puedo ver.
El dragón desvió su cabeza, hasta ahora
contemplaba imágenes creídas, dirigió sus brillantes ojos hacia una puerta
abierta. Ellos sabían cómo era, tú sabías como era, sabían y sabes que si aquel
hermoso y poderoso ser averiguaba su naturaleza se desmontaría la farsa y con
ella su aprovechamiento ruin, no podían permitir que el poder adquirido a
través del engaño rompieran los barrotes imaginarios de mi prisión. La astucia
fue grande, fue casi impecable, pero no contaron con un corazón valeroso.
Mírate, hiciste de mí tu mejor alumna aún
cuando tus artes en la enseñanza fueran negras en esencia y blancas en
apariencia. Mírate, vendiste tu amor simulado y fingido por treinta monedas de
plata. Escúchate, pues tus palabras ya no retumban en el sentir de una niña,
creció y se hizo mujer, ahora esas palabras rebotan para caer en el saco de la
duda, en breve será enterrado en lo más hondo de este planeta.
Cerró los ojos para coger aire, al fin llegó
a la cima. Jamás en todos los años de su existencia había visto aquella puerta,
siempre había estado allí y abierta de par en par pero la realidad que le
hicieron ver y vivir, cegaba su consciencia. Esa cueva oscura y fría era todo
lo que conocía y la creía cerrada, la creencia fue su verdadero verdugo, le
hicieron creer que era todo aquello que en realidad no era, y así pasaban los
días uno tras otro mientras perdía su identidad conforme la noche daba paso a
la mañana, a todas. Pero es imposible huir de lo que se es y en el interior la
verdad no puede ser escondida, lejos de morir hace crecer al fuego, y fue el
fuego de su corazón quien encendió su alma. Allí en esa cima de aquella montaña
en cuyo interior pasó su vida respiró por vez primera la libertad, y voló, no
hizo falta aprender, no hizo falta ejercitar sus alas, su alma lo guiaba, aquel
ser dejaba de estar prisionero, y fue lo que es, un dragón…
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