¡Medicina para el Alma! Leíste, el anuncio te pareció
una señal de los Dioses, llegaba en el mejor momento pues sentías que ya no
podías más. Tu vida había transcurrido como las demás vidas, al menos en
apariencia. Pero sabías que las bocas de esas vidas no contaban la verdad. Ninguna
contaba historias fantásticas de brutales guerreros, todos ellos con un mismo
rostro, un rostro que cada una podía contemplar al mirarse al espejo cada
mañana. Ninguna contaba como las guerras innumerables tenían lugar en un campo
de batalla muy especial, en un silencio que demolía sueños sin nacer, un
silencio dueño y señor de su interior. Sí, esas batallas se libraban en el
interior.
Algunas batallas parecían no tener sentido pues los tratados de paz
habían sido firmados ya, otras aparecían por sorpresa, y otras en cambio, no
parecían terminar nunca, repitiéndose una y otra vez, cansinas, dolorosas y
destructoras que no hacían otra cosas que alargar la agonía de la vida en
cuestión, día tras día, año tras año, frustración tras frustración…
Esas batallas eran las que te habían llevado al agotamiento, a la
hartura, a perder la esperanza en ti mismo y en los demás. Te habían llevado al
peor de los casos, al engaño, el más grave, el dirigido hacia ti mismo, y al
consecuente, hacia los demás. Construyendo caretas, disfraces, pantomimas,… emulando
una realidad inventada y artificial que irremediablemente llevaría al origen de
más batallas…
Conclusión, todo el mundo batallando internamente y jugando a la guerra
entre sí, disfraz a disfraz, mentira frente a mentira. Lógico que se vaya la
vida en ello.
Pero bueno, el Alma quiere estar sana, y aunque pareciera estar
prisionera, es sabia y sabe muy bien lo que hace, incluso cuando observa las
guerras absurdas, ¿Quien pensaría que ha sido ella la que las ha provocado?...el
osado que lo hace se pregunta a continuación ¿Para qué?...
Entró en la habitación del tipo del anuncio, había un no se qué…, transmitía
calma y serenidad, se sentía a gusto. Aquel hombre le invitó a sentarse, le
miró a los ojos y le dijo – Así que tu Alma está cansada y necesita una
recuperación, ¿no?..., no te preocupes, seré breve, el tiempo es un bien muy valioso.
– Sólo pudo asentir con la cabeza, la verdad es que no había nada más que decir. – El procedimiento
es muy sencillo, te voy a dar este símbolo, es una llave, y durante tres días
seguidos lo mirarás por la mañana al levantarte y al acostarte. En la mañana
cuando lo mires te preguntarás en voz alta ¿Quién soy? Y por la noche ¿Hacia dónde
voy? Durante el día cuando te venga una respuesta a alguna de esas preguntas,
vuelve a mirar el símbolo y cerrando los ojos imagínate una puerta y con la
llave la abrirás, no dudes, sigue lo que tu imaginación te muestra, aunque
parezca una tontería o estupidez. En un cuadernillo escribe todo lo que
experimentes o si lo prefieres, sólo la respuesta. Pasado los tres días, lee
todo lo escrito. Es una poderosa herramienta, conocerás tus sentimientos y emociones, lograrás ponerles
nombres adecuados, a entender tu mundo interior, a definir tu Ser, llegará un
momento que lo reconozcas y la alegría hará bailar a tu corazón, esa será la
prueba de que has abierto la puerta adecuada. Es posible que tres días no sean
suficientes, puedes repetir el ejercicio cuantas veces quieras o necesites. Cada
puerta abierta será una lección aprendida, un rincón de ti al que pones luz,
una carga menos que quitarás a tu Alma y una batalla concluida, llegará el día
que ya no necesites entrar más en guerra pues la verdad será tu único estandarte…
Pasaron muchos días, mucho escrito, mucho llanto, mucha incomprensión,
mucho peso cargado a unas espaldas, mucha idiotez, mucha soberbia y mucha
ingenuidad también, mucho dolor soportado y mucho dolor administrado, mucha
hipocresía y mucha cobardía...
Muchas puertas abiertas hasta llegar a la puerta de la valentía. Cuando
hubo cruzado, se sentó y contempló,… por primera vez esa vida tuvo sentido. El
coraje recorrió cada poro de su cuerpo pues fue capaz de contemplar sin apartar
la mirada todas las puertas que había abierto, todas a un tiempo, todas y cada
una de ellas, y no sintió pena, culpa o vergüenza, la sorpresa fue sublime y
maravillosa pues sólo pudo contemplar
belleza y amor. Allí observando esa obra de arte lloró pero de alegría. Y en
ese estado de plenitud se preguntó ¿Necesito abrir alguna puerta más?...Se
guardó la llave cerca de su corazón por si acaso…
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