domingo, 10 de agosto de 2014

El Legado


   Comienza la historia con el inicio de vida pequeña, tras la cual un gran empeño divino encierra los sentidos que pocos en un instante en su existencia dilucidar consiguieren. Sabes de las memorias que por las venas corre y en el recorrer de tal ilustre trayecto el olvido se hace dueño. El origen del Universo es hecho presente y es reflejo de aquellos aconteceres que en tu vida discurrieron y discurrirán. Como hormiga afanosa en sus quehaceres das por hecho los milagros que cotidianamente alimenta tu Alma inmortal, y por contra ¿Tú sabes pobre mortal quién eres?

    Rebosaban los orgullos tras la caída del Imperio y los Flavios en recuerdo esencias esparcían por toda la Historia de la Humanidad. Un sentimiento que revoloteaba como buitres esperando la muerte del moribundo, dando vueltas, escribiendo círculos perfectos sobre una existencia que dejaba pasar al relevo. Un ciclo que finiquita con austeridad y aferramiento al asidero de cualquier acontecer irrelevante pero astutamente camuflado de robusta solidez. El sentido de la Vida, de una vida y de todas a un tiempo, el mismo enigma corroe tus adentros y los de cualquiera; la crónica de una raza repitiéndose tras las generaciones creyentes de autenticidad, una y otra vez la canción es interpretada…Aprende a bailar”.
 
    No entendía muy bien el motivo, pero religiosamente leía ese fragmento todos los días antes de comenzar la jornada, era muy preciado para él; fue un legado que su padre le dejó antes de morir. Recibió ese regalo de despedida unos días después de enterrarle, jamás podrá olvidar la sensación de cosquilleo que sintió recorrer todo su cuerpo, como una caricia cálida que despertaba los dormidos poros de su piel y su aturdido corazón. Una carta dirigida a su persona con un remitente muy especial ‘El hombre que sigue los dictados de su Alma’. Una misiva que le acompañaría todos los días de su Vida.

    El sendero hasta su propia muerte lo recorrería de la mano de aquel mensaje, de aquella esencia que amorosamente acompañaba a su aprendizaje por este complicado fluir; su sabiduría crecería con cada reflexión diaria que aquellas letras vivas engendraban cada vez que eran leídas. En ocasiones se maravillaba de tal manera que era imposible agarrar el sueño, su conciliación se marchaba de vacaciones a las exóticas tierras de la excitación donde un chico corría en busca de tesoros y disfrutaba de las apasionantes aventuras de la iluminación.

    Los misterios camuflados sigilosamente en los problemas cotidianos eran resueltos tras la lectura de ese peculiar ‘Evangelio’. Las mismas palabras transcritas, los mismos símbolos eran descifrados por primera vez en cada problema, como si su aparición fuese nueva de la manera que el sol tiene por costumbre encender la oscuridad de la noche con el nacimiento de cada mañana, una respuesta para cada pregunta.

    Se había convertido en su más valiosa fortuna, aquel pedazo de papel guardaba el gran secreto, la panacea que remediaba cualquier mal. Su bien más preciado se lo había proporcionado su padre, qué mayor legado puede hacer un ser humano a otro que la fórmula para conseguir que su Alma dirigiera libremente el peregrinaje por esta Tierra, y eso hacía que la felicidad no fuera una utopía. Él fue feliz…

    Esa mañana deslumbró a la noche de una forma espléndida, todo pareciera haber sido pintado con un brillo especial, centelleaba con la luz de los ángeles. Decidió dar un paseo y respirar el aire fresco que ese día le obsequiaría la generosidad de los dioses. Se sentó en un banco del parque, estaba fatigado, sus ochenta y cinco años hablaron como nunca. Tras respirar profundamente un rato mientras observaba aquellas flores guiñar un ojo a la fuente, sacó una foto de su cartera. La miró cariñosamente mientras la acariciaba con sus dedos, y una lágrima brotó en señal de añoranza y satisfacción a un tiempo, en ella aparecían cuatro personas, una familia hermosa, sus dos hijos, él y su amada esposa. Se dijo a si mismo que lo había hecho bien, y una sonrisa se dibujó en su arrugado rostro. Una inmensa paz bañó todo su cuerpo, sintió que su Alma le daba un abrazo lleno de Amor y Agradecimiento, y pensó que él debía corresponder de alguna manera a tan noble gesto. Guardó su foto cerca de su pecho y sacó del bolsillo aquella carta que su padre le legó y que tanto le había ayudado. Fue la última vez que leyó aquellas letras escritas con el corazón, volvió a llorar pues su interior le anunciaba su inminente partida, su muerte estaba cerca…

    Más tarde, en su casa a la luz de una vela, escribió dos cartas, una para cada hijo, de igual forma que hiciera su padre con él. Derramó toda la sabiduría adquirida en una Vida en unas pocas líneas, en una hilera de palabras preñadas de Amor y de Luz, unas letras que cobraron vida conforme eran escritas, la magia fluyendo de sus manos... Un remitente ‘El hombre que sigue los dictados de su Alma’ y una dedicatoria ‘A mi amado hijo, te doy las gracias por haber aceptado recibir la Vida de mi y por generosamente custodiar mi legado’…

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