Las nubes negras se retiraron, siempre lo hacen, y
detrás como vagón de cola, el Sol ocupó su trono. Su destierro solo fue el
retiro del guerrero, descanso para recuperar fuerzas mientras las oscuras
negruras llenaban el hueco del vacío. El abandono resultó revelador como poco, pero
otra vez ocurría, un gran tigre como era él, volvía a sentir la abrumadora
pesadez del desamparo. No conseguía entender que era lo que había ocurrido esta
vez, la humildad no había sido el problema, se dejó llevar, había pedido ayuda,
fue capaz. Sabía el efecto que producía en los demás, era un tigre y ellos lo
verían siempre como tal, un gran depredador, en cambio él,… solo se veía a sí
mismo como un corazón con traje de rayas, por qué el resto veía solo el traje.
Cuando hubo
pasado la tormenta, se tumbó al sol, aún con las dolorosas “heridas” abiertas, que
por otra parte tardarían todavía un poco en cicatrizar, miró al astro rey y con
súplica en los ojos demandó una explicación. Volvía a sentirse solo, volvía a
sentirse repudiado, y no comprendía qué de malo había en él, solo era un ser
que vive, un ser que respira la Vida. Cansado y derrotado incluso para llorar
se quedó dormido del puro agotamiento.
Unas
cosquillas insistentes y cansinas en su nariz despertó su reparador sueño, una
pequeña ardilla movía su cola quisquillosamente en su faz, de un respingo
involuntario se puso sobre sus cuatro patas en pose amenazadora, solo se
defendía. La ardilla por su parte, hizo lo propio, con ágiles movimientos se
separó de él a unos cuantos metros y todo en décimas de segundo, una distancia
prudencial los separaba ahora. Se miraron cautelosamente lo suficiente para
comprobar que no había ningún peligro, la pequeña ardilla habló primero. “No
temas, yo no te haré daño”, seguidamente rió dándose cuenta de lo absurdo que
resultaba decir eso, una ardilla versus un tigre, tiene su gracia. “No quería
asustarte, no tengo mucho tiempo”, dijo la ardilla, “Me han encomendado una
tarea difícil, es hacerte comprender lo incomprensible dadas las circunstancias”,
volvió a decir. El tigre ya calmado se recostó en la hierba y tras tragar
saliva logró articular palabra, “¿Qué?, ¿Quién eres?, ¿Cómo te has atrevido a
hablar conmigo?”, realmente estaba sorprendido, nadie le había mostrado nunca
tal confianza siendo quien era, “No te preocupes, sé que no me vas a comer, tú
serénate y escucha, has pedido explicaciones y se te han concedido, yo estoy
aquí para ello, solo soy un mensajero”.
El pobre
tigre dolorido y exhausto no tenía nada que perder, y asintió con la cabeza en
señal de aprobación, la ardilla se sentó en sus cuartos traseros graciosamente,
y comenzó su mensaje.
“¿Te has
dado cuenta que hay diversidad de seres en este planeta?, todos con sus
características y sus peculiaridades, razas distintas y costumbres distintas,
todo ello tiene su razón de ser, nada está constituido al azar, hay algo mayor
por encima de todo eso, un orden. El interior de cada ser es distinto pues
tiene una trayectoria espiritual que aunque bien es cierto eso parece oculto a
primera vista, se puede sentir pues se corresponde y se plasma con una
determinada energía y no hay dos iguales”. La ardilla hizo una pausa cosa que
el tigre aprovechó para hacer una réplica, “Si, sé a qué te refieres, ya me
había dado cuenta de eso, pero es que pasa incluso con los de mi misma especie…”,
la ardilla cortó de cuajo su argumento, “Estás cayendo en el mismo error que tú
reclamas, estás juzgando por el traje. Sé que estás cansado, has recibido
reveses que de ser otro animal no hubieras podido soportar, de hecho hubieras
muerto de no ser porque eres un tigre, pero es que lo eres precisamente por
eso, tu interior así lo requería, era necesario para lo que has tenido que
vivir, debías seguir con tu aprendizaje en el nivel espiritual que te corresponde
y para ello necesitabas ser un tigre. Ten fe y confía en el ser superior que te
habita, él sabe”.
El tigre
bajó la cabeza, estaba desolado y triste, verdaderamente estaba entendiendo lo
que aquel peculiar mensajero le decía pero su soledad y su sentirse
incomprendido le pesaba demasiado, eran verdaderos puñales clavados en las
espaldas junto con insoportables sacos de piedras que debía cargar. La ardilla
compasiva y comprensiva cambió su tono de voz, esta vez habló con dulzura, “No
te aflijas te recuperarás, no estás solo te acompañan fuerzas que ahora no ves
pero están ahí, lo estás haciendo bien. Pero ten en cuenta que el proceso es
difícil para todos, y a veces el miedo juega malas pasadas y es paralizador, y
de la misma manera que tú necesitas un tiempo para reponerte y superar los
obstáculos, los demás sean de la índole que sean, también. El miedo es un
indicador, pero se ha de poseer la consciencia suficiente y adecuada para
percatarse de que realmente no hay que huir de él, sino todo lo contrario, es
una puerta. Se ha de tener el valor de cruzarla y para ello se requiere tiempo
y confianza en uno mismo, cuando aparece es que se ha adquirido la capacidad
para ello, solo eso, si no se aprovecha, más adelante se abrirá otra puerta. El
Universo no castiga, es amoroso y pone las cosas cuando tiene que ponerlas,
cuando se está preparado. Aprende pues, tu consciencia crecerá con ello y ante
todo, entiende que hay mucho Amor en todo lo que te suceda. Creo que ya es
suficiente, siento que ya tienes tu respuesta, he de irme, te saludo como lo
que eres, un tigre”, y dando saltitos gráciles aquella pequeña ardilla
desapareció de su vista.
El tigre
no pudo evitar sonreir al ver alejarse a aquel inusual mensajero, realmente era
cómico pero también porque sintió en su corazón una enorme gratitud y el alivio
de dejar allí mismo su pesada carga. Se levantó y mirando al sol dió las
gracias en voz alta, y saboreando la recién adquirida ligereza se dijo a si mismo
¡Y qué es una raya más para un Tigre!.
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