Esa mañana Lizbeth se levantó temprano, ya no podía
con su alma, los mundos de Morfeo se metieron de cabeza en un libro de hace mil
años, solo podías leerlos no sin antes limpiarles el polvo, ni siquiera la
imaginación producían por asomo los efectos beneficiosos del ansiado sueño.
Decidió comenzar el día un poco o bastante antes de lo habitual. Se vistió como
un autómata, total no le parecía importante en ese momento cuidar su imagen y
cogió lo primero que encontró en su desordenado armario, su mente estaba asunte
como las anteriores jornadas, demasiadas ya, y el corazón seguía limpiando las
lágrimas de sus tristes llantos. Cogió el coche y puso el “piloto automático”,
aún faltaba mucho tiempo para entrar a trabajar. La brisa del mar hizo que
cerrara los ojos y aspirara un aire limpio y refrescante. Había llegado a una
playa cercana de la ciudad y sintió alivio por primera vez en semanas. Se bajó
del coche y se dirigió a la orilla, se descalzó y anduvo un buen rato por la
linde entre lo material y lo liviano. La frescura del agua cristalina y las
cosquillas de una blanquísima espuma reconfortaron primeramente unos pies
doloridos por la andadura en los angostos caminos de la vida y seguidamente a
una alma cansada de dirigir a los primeros. Cuando hubo andado un rato por
aquel bálsamo determinó por unanimidad de todas las partes de su ser, sentarse en
la suave arena a contemplar la maravilla que se presentaba ante sus ojos, todos
los sentidos restantes, los físicos, aprobaron también la moción, y el sexto
fue el que tomó el control a partir de ese momento.
Era un día
espléndido, el sol soplaba su aliento más cálido sin llegar a los extremos del
fuego, la brisa mimando sus rostros, tan familiar para ella y tan suave como
una tierna caricia. Aquellos dos pares de ojos mirándose y sus manos cogidas en
zalamera complicidad, hicieron que el
corazón intentara salir de su cárcel de huesos. Esos dos niños bañados por la
dulce y pulcra inocencia se amaban, no había nada ni nadie capaz de romper
aquel hermoso sentimiento, no existía falsedad ni fealdad, no era corrupto ni
sucio, solo Amor, amor en estado puro tal cual eran sus jóvenes corazones.
Lizbeth se
emocionó sorprendentemente, reconoció esa secuencia de imágenes en su memoria y
resonó con aquellos bonitos sentimientos, pero no los ubicaba en su vida, nunca
había vivido nada igual en esa existencia. Decidió dejarse llevar, y recordó
aún más, era una vida anterior, no censuró ni juzgó, quiso seguir aquella
regresión, era importante. Era evidente que necesitaba sanar algo para poder
seguir adelante con su vida. Esos niños de otros tiempos y de otros lugares, se
amaron nada más conocerse, en el juego, en la candidez, en la sencillez, en una
playa,… pero crecieron, y con ellos el Amor adulto. Ese niño hecho hombre juró
amor eterno a aquella niña hecha mujer, ella ingenua le creyó. Pero la niñez
quedó muy lejos, y las diferencias en sus “mundos”, en sus clases sociales, en
la hipocresía del poder o de lo moralmente adecuado, abrieron una enorme grieta
en su amor imperturbable, llenándose de agua creando así un inmenso mar entre
los dos. Para zanjar el tema peliagudo a ella la obligaron, como era lo
acostumbrado para las mujeres en aquella época, a casarse con un desconocido,
un matrimonio acordado que terminara con las impertinentes habladurías y como
no, para sacar algo de “tajada” pues ella era muy bella. Él, por otra parte,
aplastado por la influencia y la presión de su familia, una malsana sociedad que
le venció, y un descomunal miedo camuflado de falso respeto, le hizo mirar
hacia otro lado. Dos vidas truncadas, él jamás volvió a experimentar dicha
alguna, la culpa y la cobardía fueron sus fieles amantes hasta terminar sus
días, y ella…, terminó sin más su corta vida con un puñal clavado en la espalda,
pues fiel a su Amor, confesó su secreto a su asesino marido.
Las lágrimas
brotaron de unos ojos, la rabia salió como lava de volcán por unos higadillos,
pero Lizbeth al fin entendió. Salvo alguna aislada excepción, todos los hombres
de su vida, habían acabado con su ilusión por vivir con un cruel abandono sin
sentido. Se dio cuenta que seguía viviendo en esta vida aún en esa playa,
esperando que su amado regresara, siempre esperando un “algo” que no llegaba
para salvarle la vida, siempre en un momento crucial en el que se tenía que
tomar una decisión que como patrón, se repetía pues jamás se apostaba por ella,
para acabar pensando que no era lo suficientemente buena o que tenía algo de
malo. Pero nada dura eternamente, en ese mismo momento ella sintió que le tocaba
decidir, esta vez, sería ella la que tomara la determinación, no necesitaba a
nadie para que viniera a salvarla o
rescatarla, se tenía a sí misma, se bastaba pues siempre había sido
valiente e íntegra, saldría adelante pero en esta ocasión con alegría y ganas
de vivir, sola. Volvió a enfocar su atención en esa playa, en la de aquí en
este ahora, le pareció preciosa y por primera vez en su vida se sintió libre.
Pero todo empieza cerca del final, como dice la canción, y un “alguien” se
acercaba despacio hacia donde ella se encontraba. No se percató, estaba
ensimismada con su recientemente adquirida emancipación.
Jasón era
ese “alguien”, se habían conocido hacía poco, él paseaba por aquella playa intentando
refrescar su aturdida cabeza también, casualidades de la vida, o quizás
causalidades,… habían sido unas semanas difíciles, se había alejado de ella sin
explicación alguna. Había habido una conexión extraña entre ellos muy intensa y
a él le había dado miedo, tenía una vida bastante “segura”, había luchado mucho
para conseguir mantenerse a “salvo”, del dolor, de la inseguridad, vete tú a
saber, no quería complicaciones, muy loable salvo porque en su interior había
comenzado una lucha sin su permiso. Él vivía su propio proceso, pero esa noche
tuvo un sueño, uno muy especial, tras el cual no pudo volver a dormir y decidió
pasear por el lugar en el que se sentía como en casa, esa playa. A lo lejos
pudo verla y sin pensar se acercó.
“Hola”
dijo cuando hubo llegado hasta ella, Lizbeth miró hacia aquella voz
sobresaltándose, el corazón volvía a intentar escaparse de los huesos que lo
atrapaban. Él se sentó a su lado y cogió su mano y la besó, se miraron a los
ojos fija e intensamente, ella pudo reconocerle, era aquel niño, su amado de
otra vida. Y él volvió a hablar, “Esta
vez no te fallaré”…
Cada vez que leo algo tuyo me siento un poco identificada, como si un trocito mío estuviera en tus relatos, y en ésta especialmente me ha dado un vuelco el corazón, aunque supongo que a todo el mundo le pasaría al leerlo, pues quién no ha tenido un amor pasado que añora?..o a quién no le gustaría vivir un amor así?.., en tu relato el final es feliz, porque acaban reencontrándose y conciliando heridas de otras vidas, una história de amor esperando a ser acabada..qué pena que en la vida real ésto no ocurra, y lo peor es cuando idealizas a la persona que recuerdas en tu corazón , y seguramente esa persona ya no sea el mismo, y ni si quiera se acuerde de tí..
ResponderEliminarYo sí siento que si de verdad ésta história fuera real necesitaría volver a nacer para enmendar mis errores del pasado. Porque en ésta vida ya perdí el momento..
Me llama la atención el nombre de la chica, porqué lo elegiste?..Si se puese saber, claro..
Esta história y la de una história casi real me han gustado.
Un saludo.
Muchas gracias por leer mi sentir. Creo que el Amor es lo que realmente mueve al ser humano y es lo que alimenta a la Esperanza, espero que no la pierdas nunca. Esas dos historias que mencionas precisamente son historias importantes para mí, me ha llamado la atención que especialmente te hayan gustado, supongo que las cosas no pasan por casualidad y como están escritas desde el corazón entiendo que su esencia resuene de esta manera.
ResponderEliminarEl nombre de la chica me "vino" a la cabeza justo cuando empezaba a escribir la historia, y como fue con mucha fuerza, decidí seguir esa intuición, supongo que esa "fuerza" tendrá sus razones como todo en el Universo.
Un abrazo y gracias de nuevo.