¡Mi pequeño hombre de Tierra!
Ella lo repetía una y otra vez con el corazón encogido. Miraba sus fotos con
mucha tristeza, él no sonreía mucho y cuando lo hacía sus ojos eran tristes y
reflejaban dureza, muy buena interpretación para la ocasión siempre y cuando
uno no se fijara en la expresión de sus ojos. Debía cerrar las fotos rápidamente
para no llorar pues alguien imaginario agarraba su corazón y lo aplastaba como
un pobre pajarillo encerrado en un puño de acero.
El mundo está lleno de seres humanos ausentes en el Amor, se alejan de
él pensando ilusos que estarán a salvo del dolor, se protegen creen, dando
lugar a una humanidad mentirosa, rastrera, hipócrita y sufridora, y lo que es
peor creando un infierno en su interior sin saberlo. Pensándolo bien, tiene cierta
ironía pues el cielo y el infierno realmente existen. El “diablo” sonríe malicioso
y se frota las manos cuando un humano decide retirarse de la circulación del
cariño pues de esta forma engendra en su interior un agujero negro implacable y
hambriento que no deja títere con cabeza a su paso. Pero el gigante interno ha
de alimentarse, y si no es de la energía del Amor habrá de buscarse un sucedáneo,
poder, vanagloria, dinero, sexo, dolor… el problema estriba en la naturaleza
del monstruo, es un agujero sin fondo y nunca es suficiente, cuando lo sacias
no se siente satisfecho, quiere más y más…
A él le rompieron el corazón en el pasado, le hicieron tanto daño que
resultó razón suficiente para hacer del trabajo, su vida, su razón de ser. Era
muy bueno, pues contaba con una gran paciencia y constancia, verdaderamente era
admirable con que tesón pasaba por cada prueba que el camino ponía delante de
sus pies, paso a paso e inteligentemente. Decía de si mismo que era un ser
complicado pero en realidad era un ser incomprendido, pues aunque dejó de lado
los sentimentalismos y romanticismos de turno, su interior era rico y de vez en
cuando el corazón le recordaba que tenía capacidad para sentir, aunque su mente
tomaba el control rápidamente y salía de puntillas de las relaciones humanas. Tarde
o temprano la recompensa llegaría y tras el trabajo duro él lograría los éxitos
dorados de sus sueños. No es raro para un signo de tierra como era aquel, un
capricornio con ascendente capricornio, mucha tierra y mucho poder para
materializar, ¡Uf! Tierra mucha Tierra, el riesgo que corría era convertirse en
un hombre frío, duro y solitario.
El caso de ella era distinto, comenzó
a sufrir a muy temprana edad, siendo una niña muy pequeña, tan pequeña que
apenas podía recordar, apenas… Ella era signo de fuego, el sentir para un fuego,
es el motor de su vida, es el respirar para cada ser mortal de este planeta. Las
embestidas directas y constantes al corazón, a su autoestima, y (…),
convirtieron su vida en la misión imposible de sobrevivir, un arduo trabajo en
la que la base era la responsabilidad de seguir con vida, una lucha diaria pues
no encontraba aliciente alguno ni un mínimo de motivación, estaba muy cansada. Indefensa,
insegura y con un grandísimo miedo al dolor se refugió en la espiritualidad, en
conocer su interior, allí todo era “seguro” y sorprendente, aunque no pudo
dejar de sentir, es impensable para un fuego. Así pues, todo aquello hizo de
ella también un ser complicado (o incomprendido) y solitario.
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