domingo, 7 de abril de 2013

Mi Pequeño Hombre de Tierra


   ¡Mi pequeño hombre de Tierra! Ella lo repetía una y otra vez con el corazón encogido. Miraba sus fotos con mucha tristeza, él no sonreía mucho y cuando lo hacía sus ojos eran tristes y reflejaban dureza, muy buena interpretación para la ocasión siempre y cuando uno no se fijara en la expresión de sus ojos. Debía cerrar las fotos rápidamente para no llorar pues alguien imaginario agarraba su corazón y lo aplastaba como un pobre pajarillo encerrado en un puño de acero.

   El mundo está lleno de seres humanos ausentes en el Amor, se alejan de él pensando ilusos que estarán a salvo del dolor, se protegen creen, dando lugar a una humanidad mentirosa, rastrera, hipócrita y sufridora, y lo que es peor creando un infierno en su interior sin saberlo. Pensándolo bien, tiene cierta ironía pues el cielo y el infierno realmente existen. El “diablo” sonríe malicioso y se frota las manos cuando un humano decide retirarse de la circulación del cariño pues de esta forma engendra en su interior un agujero negro implacable y hambriento que no deja títere con cabeza a su paso. Pero el gigante interno ha de alimentarse, y si no es de la energía del Amor habrá de buscarse un sucedáneo, poder, vanagloria, dinero, sexo, dolor… el problema estriba en la naturaleza del monstruo, es un agujero sin fondo y nunca es suficiente, cuando lo sacias no se siente satisfecho, quiere más y más…

   A él le rompieron el corazón en el pasado, le hicieron tanto daño que resultó razón suficiente para hacer del trabajo, su vida, su razón de ser. Era muy bueno, pues contaba con una gran paciencia y constancia, verdaderamente era admirable con que tesón pasaba por cada prueba que el camino ponía delante de sus pies, paso a paso e inteligentemente. Decía de si mismo que era un ser complicado pero en realidad era un ser incomprendido, pues aunque dejó de lado los sentimentalismos y romanticismos de turno, su interior era rico y de vez en cuando el corazón le recordaba que tenía capacidad para sentir, aunque su mente tomaba el control rápidamente y salía de puntillas de las relaciones humanas. Tarde o temprano la recompensa llegaría y tras el trabajo duro él lograría los éxitos dorados de sus sueños. No es raro para un signo de tierra como era aquel, un capricornio con ascendente capricornio, mucha tierra y mucho poder para materializar, ¡Uf! Tierra mucha Tierra, el riesgo que corría era convertirse en un hombre frío, duro y solitario.

   El caso de ella era distinto,  comenzó a sufrir a muy temprana edad, siendo una niña muy pequeña, tan pequeña que apenas podía recordar, apenas… Ella era signo de fuego, el sentir para un fuego, es el motor de su vida, es el respirar para cada ser mortal de este planeta. Las embestidas directas y constantes al corazón, a su autoestima, y (…), convirtieron su vida en la misión imposible de sobrevivir, un arduo trabajo en la que la base era la responsabilidad de seguir con vida, una lucha diaria pues no encontraba aliciente alguno ni un mínimo de motivación, estaba muy cansada. Indefensa, insegura y con un grandísimo miedo al dolor se refugió en la espiritualidad, en conocer su interior, allí todo era “seguro” y sorprendente, aunque no pudo dejar de sentir, es impensable para un fuego. Así pues, todo aquello hizo de ella también un ser complicado (o incomprendido) y solitario.

   Una tarde divagando, ella pudo verle, él estaba sentado a la orilla del mar, dirigía su vista hacia la arena pero su mirada estaba puesta en sus atormentados pensamientos, a sus 42 años su postura era de derrota, con la cabeza baja y moviéndola de un lado a otro. Ella sabía que algo no andaba bien, sentía el alma de él gritar con todas sus fuerzas quería salir de aquella cárcel de espadas mentales y de barrotes de oro, quería ser libre y sentir paz. Aquellos lamentos encendieron de nuevo el fuego de ella, y el Amor brotó con lágrimas en los ojos. Sus manos envueltas en compasión siguieron a un cuerpo acercándose hacia aquel pequeño hombre de tierra, ahora portaban una hermosa rosa roja aterciopelada y sin espinas. Cuando ella llegó él alzo la cabeza y se miraron a los ojos, ella se arrodilló y acarició con ternura la mejilla de él y con una sonrisa le dio aquella rosa. Él sorprendido devolvió la sonrisa, cogió la flor y la otra mano la dirigió a su pecho. Volvió a sentir, su agujero negro dejó de serlo, se  podía ver como volvió a ser lo que era antaño, una bonita espiral de luz verde brillante, una preciosa espiral de Amor. Un gesto sencillo, un deseo de amor limpio dirigido a aquel pequeño hombre de tierra que recobró el pedazo más grande que le faltaba, el pedazo en el pecho que de no tenerlo hace de nosotros simples y tristes zombis. Pero puede volver a perderse, por eso lo dejo escrito para que podamos recordar que el Amor es lo que nos hace humanos.
 
 

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