Maldiciendo su estampa la sombra de una persona
miraba su reflejo en el espejo, cosas típicas de cualquiera en un momento
cualquiera, cosas que pasan. Se decía a si misma que desaparecería del mapa a
la mínima oportunidad, la Sombra estaba harta de su sombra. Tanta oscuridad era
demasiado hasta para ella, aunque debía reconocer que a veces era divertido
chinchar a su luz, le resultaba placentero.
No debía
esforzarse en exceso, una siembra de duda por aquí un pesimismo de turno por
allá, en fin esas cosas de poca “importancia” que hacía la vida para una sombra
llevadera. Aún recuerda aquellos grandes momentos que incluso provocó una
enfermedad, fueron apoteósicos y
memorables, cuanta nostalgia.
Pero
estaba cansada y le daba miedo profundizar en ello, porque en su interior
anhelaba algo que era impensable para una buena sombra. Se enfureció
sobremanera, no podía ser que la naturaleza de una sombra albergara aquella impresión
eso era cosa del enemigo, la luz. Dentro de su desesperación, sentimiento
buenísimo para la oscuridad por otra parte, la furia que sentía le resultaba como
poco extraño, una novedosa sensación crecía en su foro interno.
Paralelamente,
la persona que también se miraba al espejo, igualmente estaba cansada y en su
interior nacía un sentimiento también extraño para ella, una furia
indescriptible. Pero esa furia anunciaba una muerte, algo debía cambiar en su
vida para no dejar que su sombra llevara el control de su existencia.
Tomó sin
saber muy bien por qué el álbum de fotos, se miró bien, incluso se sorprendió a
si misma sonriendo al recordar buenos momentos, pero algo no le pasó
inadvertido, algo de lo que no había sido consciente en el pasado. Observó bien
sus facciones, en conjunto la expresión de sus numerosos semblantes eran de alegría
pero se le ocurrió tapar por partes las fotos de tal manera que solo quedara su
sonrisa. Quedó estupefacta, sonreía sí pero las marcas de la piel, la comisura
de sus labios, estaban hacía abajo, no era posible era una “Sonrisa triste”,
una contradicción ¿verdad?. No se quedó satisfecha, lo intentó de nuevo pero
esta vez con sus ojos. Tapó las partes pertinentes y volvió a quedarse helada, aunque
sus ojos emanaban luz a borbotones, sus expresiones gritaban rabia y tristeza
también. Un momento decisivo en la vida de una persona, un momento en el que
toda tu vida pasa como cuando uno muere, a toda velocidad y clarita, clarita.
No pudo hacer otra cosa que llorar, llorar por el tiempo perdido, llorar por
todo lo vivido en la mentira, por todo lo dado y falto por recibir, por toda la
energía gastada inútilmente en convertirse en un “Yo soy Normal”.
¿Quién es
realmente normal? Estaría bien reflexionar sobre ello pues cada uno es único,
es diferente, y perdemos toda una vida en convertirnos en algo que no somos
para ser NORMALES, en fin lo dejo ahí, cada cual…
En su
angustia dirigió su mirada hacía la última foto del álbum, era la más reciente,
y sin querer observó otra vez y dejó de llorar en seco, las marcas en su piel
seguían ahí como esculpidas en piedra pero se notó diferente y conectó con la
imagen. Descubrió algo que le asombró, había sabiduría y sorprendentemente no
había resignación sino aceptación. Una revelación, divina diría yo, tuvo lugar
en ese mismo instante, todo lo acaecido en su vida, todas aquellas decepciones
y los dolores recogidos en una gran mochila a su espalda habían valido la pena,
pues sin esa gran mochila difícilmente se habría convertido en la persona que
es hoy. De golpe soltó su macuto imaginario ya no le hacía falta cargar con
aquel peso y se dirigió de nuevo al espejo. Con gran alegría miró su reflejo
esta vez sonrió con la boca y con los ojos, comprendió por primera vez en toda
su vida, y lloró de amor y compasión. Amó su estupidez y todos sus defectos,
amó todas las mentiras vividas, amó todo su sufrimiento pues todo ello la
habían hecho grande, amó a su sombra. Se abrazó a sí misma y acercándose al
frio cristal dio un beso a su reflejo y le dio las gracias.
Por su
parte, la sombra que observaba también, entendió. Aquello extraño que sentía en
su interior, ese tormento atípico para una sombra no era otra cosa que la Luz
haciéndole el Amor. Y en su estado de preñez levantó la mirada al cielo, miró
la oscura noche y miró las brillantes estrellas, todo aquello, toda aquella
dualidad cobró sentido. También ella, por primera vez en toda su existencia
sonrió, se descubrió siendo madre y como madre parió a una nueva persona, un
ser que integró la oscuridad y la luz para volver a nacer en una realidad nueva,
una realidad en la que los contrarios son complementarios gracias a el Amor. ¿Cuál
es el sentido de la Vida? Este podría ser uno muy bueno…
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