martes, 26 de marzo de 2013

La Sombra


   Maldiciendo su estampa la sombra de una persona miraba su reflejo en el espejo, cosas típicas de cualquiera en un momento cualquiera, cosas que pasan. Se decía a si misma que desaparecería del mapa a la mínima oportunidad, la Sombra estaba harta de su sombra. Tanta oscuridad era demasiado hasta para ella, aunque debía reconocer que a veces era divertido chinchar a su luz, le resultaba placentero.

   No debía esforzarse en exceso, una siembra de duda por aquí un pesimismo de turno por allá, en fin esas cosas de poca “importancia” que hacía la vida para una sombra llevadera. Aún recuerda aquellos grandes momentos que incluso provocó una enfermedad, fueron  apoteósicos y memorables, cuanta nostalgia.

   Pero estaba cansada y le daba miedo profundizar en ello, porque en su interior anhelaba algo que era impensable para una buena sombra. Se enfureció sobremanera, no podía ser que la naturaleza de una sombra albergara aquella impresión eso era cosa del enemigo, la luz. Dentro de su desesperación, sentimiento buenísimo para la oscuridad por otra parte, la furia que sentía le resultaba como poco extraño, una novedosa sensación crecía en su foro interno.

   Paralelamente, la persona que también se miraba al espejo, igualmente estaba cansada y en su interior nacía un sentimiento también extraño para ella, una furia indescriptible. Pero esa furia anunciaba una muerte, algo debía cambiar en su vida para no dejar que su sombra llevara el control de su existencia.

   Tomó sin saber muy bien por qué el álbum de fotos, se miró bien, incluso se sorprendió a si misma sonriendo al recordar buenos momentos, pero algo no le pasó inadvertido, algo de lo que no había sido consciente en el pasado. Observó bien sus facciones, en conjunto la expresión de sus numerosos semblantes eran de alegría pero se le ocurrió tapar por partes las fotos de tal manera que solo quedara su sonrisa. Quedó estupefacta, sonreía sí pero las marcas de la piel, la comisura de sus labios, estaban hacía abajo, no era posible era una “Sonrisa triste”, una contradicción ¿verdad?. No se quedó satisfecha, lo intentó de nuevo pero esta vez con sus ojos. Tapó las partes pertinentes y volvió a quedarse helada, aunque sus ojos emanaban luz a borbotones, sus expresiones gritaban rabia y tristeza también. Un momento decisivo en la vida de una persona, un momento en el que toda tu vida pasa como cuando uno muere, a toda velocidad y clarita, clarita. No pudo hacer otra cosa que llorar, llorar por el tiempo perdido, llorar por todo lo vivido en la mentira, por todo lo dado y falto por recibir, por toda la energía gastada inútilmente en convertirse en un “Yo soy Normal”.

   ¿Quién es realmente normal? Estaría bien reflexionar sobre ello pues cada uno es único, es diferente, y perdemos toda una vida en convertirnos en algo que no somos para ser NORMALES, en fin lo dejo ahí, cada cual…

   En su angustia dirigió su mirada hacía la última foto del álbum, era la más reciente, y sin querer observó otra vez y dejó de llorar en seco, las marcas en su piel seguían ahí como esculpidas en piedra pero se notó diferente y conectó con la imagen. Descubrió algo que le asombró, había sabiduría y sorprendentemente no había resignación sino aceptación. Una revelación, divina diría yo, tuvo lugar en ese mismo instante, todo lo acaecido en su vida, todas aquellas decepciones y los dolores recogidos en una gran mochila a su espalda habían valido la pena, pues sin esa gran mochila difícilmente se habría convertido en la persona que es hoy. De golpe soltó su macuto imaginario ya no le hacía falta cargar con aquel peso y se dirigió de nuevo al espejo. Con gran alegría miró su reflejo esta vez sonrió con la boca y con los ojos, comprendió por primera vez en toda su vida, y lloró de amor y compasión. Amó su estupidez y todos sus defectos, amó todas las mentiras vividas, amó todo su sufrimiento pues todo ello la habían hecho grande, amó a su sombra. Se abrazó a sí misma y acercándose al frio cristal dio un beso a su reflejo y le dio las gracias.

   Por su parte, la sombra que observaba también, entendió. Aquello extraño que sentía en su interior, ese tormento atípico para una sombra no era otra cosa que la Luz haciéndole el Amor. Y en su estado de preñez levantó la mirada al cielo, miró la oscura noche y miró las brillantes estrellas, todo aquello, toda aquella dualidad cobró sentido. También ella, por primera vez en toda su existencia sonrió, se descubrió siendo madre y como madre parió a una nueva persona, un ser que integró la oscuridad y la luz para volver a nacer en una realidad nueva, una realidad en la que los contrarios son complementarios gracias a el Amor. ¿Cuál es el sentido de la Vida? Este podría ser uno muy bueno…

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