miércoles, 14 de diciembre de 2011

El Fuego y el Salón de los Espejos

   Alguien entró en un corredor de espejos, no quería, pero allí estaba. No recordaba su aturdida cabeza cómo diablos había llegado a este lugar, tan ni si quiera quién le obligó, pues alguien debió forzarle a entrar en semejante agujero, ya que le pareció absurdo que él mismo condujera a su ser a tal sitio.

   Echó un vistazo rápido, ¡Vaya tú qué cosa! Un largo pasillo con espejos en las paredes, en los techos e incluso en los suelos. ¡Hey! Dió un respingo, no se había dado cuenta de ello, incluso se sorprendió gratamente pues le pareció original, ¿Quién pone espejos en el suelo? Miles de caras sonriendo entre un par de piernas abiertas se podían ver en todas las lunas y en sus correspondientes réplicas a modo de escaleras hacia el infinito, norte, sur, este y oeste…

   Cuando hubo terminado con el paréntesis risorio, volvió a la realidad, o lo que fuera, se erguió y miró de nuevo aquella prisión de cristal… Después de que la tontería y la risa se le fuera como agua sucia en el retrete, recorrió de nuevo el escaso pero cada vez más asfixiante corredor.

   Volvió a sentir fuego en las entrañas, esta vez el agobio y la furia de no poder salir de allí, fueron el detonante. Respiraba con dificultad y mirando sus manos cayó de rodillas. Esas manos ardían y entendiendo por vez primera se las llevó a la cabeza. Ya había estado allí, en varias ocasiones. Cada vez que la duda se acomodaba en el sofá de su cabeza, cuando la indecisión invadía su poder de acción,…

   ¡No! Gritó desesperadamente mientras golpeaba con fuerza los muros fríos con ambos puños al unísono. Sabía que el fuego le hizo temblar de emoción y desasosiego a un tiempo, quería entender que las llamas de la pasión eran las “culpables”, le encantaba esa idea, era puro fuego y el fuego le atraía conscientemente e inconscientemente, era su alimento. Pero volvió a darle la espalda, volvió a tener miedo, volvió a odiar ese lugar, volvió a maldecir cada chispa de su ser, y su ser escuchó, y esta vez no fue suficiente con cerrar los ojos y no mirar, no, no fue suficiente, escuchó y rompió. La destrucción de aquel salón fue tan brutal, que su cuerpo no aguantó, no pudo soportar las innumerables heridas de cristal en su cuerpo. Murió lentamente mientras se desangraba en la soledad, y los ojos quedaron perdidos en una imagen, aquella que le hizo activar su apasionada visión de la Vida…

   Cuando sigues a tu fuego, todo está en orden, todo está según la ley natural, pero cuando dudas de él, el universo te envía al salón de los espejos, para que puedas mirarte, para que no dejes un solo átomo de tu ser sin revisar, es un acto generoso, de rectificación y de Amor, pero...
¿Cómo es posible terminar quemados? ¿Cómo es posible que destruyamos nuestro salón de los espejos? ¿Cómo es posible no entender al fuego? …
El fuego te conduce, te pone en órbita hacia eso que tu quieres, el fuego te devuelve a la vida, jamás te la quita, ¿Por qué le damos la espalda, si lo iniciamos nosotros? ¿Por qué matamos al fuego?...

No hay comentarios:

Publicar un comentario