jueves, 15 de septiembre de 2016

Lentejas


   Su mente le jugó una mala pasada. Era necesario que perdiera el control. La desconectaron a causa de su extremada tensión, fue preciso un cortocircuito para liberar a ese cerebro de la batidora en la que se encontraba. Amara sufrió un repentino desmayo. Esa fuerte y absurda discusión con su padre estando su madre presente, le llevó al límite, su límite. Una línea que se dibujó con esfuerzo y tras discurrir con consciencia por laberintos abruptos y oscuros de su pasado.

   Ya no era la niña indefensa, la muñequita de cabellos dorados y dulces ojos azules con la que jugar, ni pisotear, ni maltratar. Ya no, ya nadie tenía su permiso para disponer de ella como se dispone del aire que se respira. Pero aquello logró que todo aquello por lo que había luchado y construido desde la sombra de su existencia, se quedara plasmado y pasmado en un cuadro cuyo “alguien” a su antojo, le prendiera fuego. Todo quedó reducido a cenizas.

   Su rabia le volvió a llevar a un mundo dónde el fuego descontrolado era la naturaleza, dónde el humo negro llenaba unos pulmones acostumbrados a respirar compasión y comprensión. Un mundo que dejaba de existir de repente, con la facilidad de la pequeña intención de un “alguien”…

   Un mundo destruido como deben destruirse las cosas edificadas con el duro e inflexible elemento que es una piedra. Y otro mundo que aparece nuevo, en el que colocar  sentimientos de colores pues en ese magnífico lugar, no existen ni el blanco ni el negro.

   Estaba allí, tumbada en una hermosa cuna de hierba fresca y rodeada de flores. Todo era llano, todo era calma, todo era tocado por un cielo azul brillante y luminoso. Ese “Todo”, era un inmenso valle verde con diminutas motitas pintadas con pétalos de flor, y a lo lejos, un árbol, sólo uno. Era lo único que rompía el horizonte, un hermoso y gigante Olivo.  En el plácido aturdimiento, logró incorporarse y se dirigió a aquel viejo árbol.

   Tocó su rugosa corteza y sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo, y… le hizo sonreír.

   Aquel árbol con su melena de hojas al viento le preguntó:

-          Hola ¿Cómo estás?

   Amara se sobresaltó, pero le invadió al tiempo una sensación de confianza que no pudo explicarse.

-          Pues no muy bien. – Le contestó.

-          Tranquila, se por lo que estás pasando. Te he traído aquí para propiciar tu merecido descanso.

-          ¿Descanso dices? – Amara replicó como si lo estuviera haciendo con un amigo de toda la vida.

-          Estoy muy harta, muy decepcionada y bastante frustrada. Toda mi Vida ha sido un incesante levantarme del suelo. Desde niña no he llevado bien la falta de Libertad ni la falta de Respeto. Hay muy poco Amor en el Mundo y las gentes se pisotean por el único motivo absurdo de creerse el ombligo de éste. Todos somos ese ombligo, ese brazo, esa pierna, ese cerebro,… podría seguir. – Le volvió la rabia como una llamarada.

-          Bueno, has pensado que todo eso tiene un sentido. Esas “gentes” debieran conocer quiénes son en realidad, y me refiero al “Ser” con mayúsculas, el ser que habita cada corazón. He de decirte que no es fácil, pues el Humano de forma individual, tendrá que enfrentarse a la Verdad, y es que a veces será verdugo y a veces será víctima, deberá encontrar en sí mismo  la esencia de todo lo que Es. Hay un orden de Amor en todo ello, ¿Entiendes?

-          Sí, si que lo entiendo, y sé por dónde quieres llevarme, también puedo entender el porqué estoy aquí, creo, … pero es que ¡Yo tenía Razón! – Amara se echó a llorar con la amargura del desesperado que impotente espera su sentencia de muerte.

-          ¿Razón? Mmmm – Dijo el árbol pensativo

-          Amara, ¿Tienes Hambre? – Soltó el sabio Olivo.

-          ¿Cómo? ¿Qué si tengo hambre?... Pues sí, la verdad es que tengo un poco – Respondió, primero sorprendida de la inesperada pregunta y después dejándose llevar.

-          ¿Te gustan las Lentejas? – Preguntó divertido.

-          Agggg! No, para nada, las odio, con sólo olerlas podría vomitar – Respondió ella asqueada.

-          Si te hago la pregunta ¿Amara tiene Razón cuando dice que un plato de Lentejas saciarían su Hambre, qué contestarías?

-          Fácil, Sí, tengo razón al decir que No saciarían mi hambre.

-          Estupendo – Dijo el Olivo

-          Quiero proponerte un juego – Prosiguió – Desearía que cerraras los ojos y que imaginaras todo lo que te voy a decir, ¿Estás dispuesta?

-          Si – Fue su respuesta rotunda.

-          Te has ido de vacaciones con un grupo guiado al Sáhara, todo está controlado. Los nativos saben lo que hacen y os llevan por una ruta segura. En un descanso, tú deseas estar sola y te alejas unos metros para disfrutar del impresionante paisaje del desierto. En tu ensimismamiento ves a una especie de lagartija, pero es rara, no habías visto nada igual antes, y la sigues curiosa. Cuando llevas un rato siguiéndola, te aburres, y te dices a ti misma que es una tontería, así que te dispones a regresar a donde se encontraba tu grupo. Pero, no lo encuentras, tu angustia es muy grande pues no sabes si es que tú has errado en el rumbo, o ellos no se han percatado de tu falta y han continuado su camino sin ti. Llevas sólo una pequeña mochila con una botella de agua de dos litros y un paquete de galletas… Pasa una semana, has logrado sobrevivir, decidiste no quedarte paralizada por el miedo y anduviste, anduviste… pasaste noches horribles en la oscuridad del desierto. Tu sed, tu hambre, tu falta de fuerzas, tu soledad y tu desamparo, te llevaron a los extremos que un cuerpo humano puede soportar, la desolación absoluta, y cuando creíste morir, alzaste la vista y en el horizonte  vislumbraste un poblado nómada. Sacaste fuerzas de dónde no las hay y lograste llegar a ellos.

Fueron muy amables y solidarios, te socorrieron y una de las familias te sentó en su humilde mesa. Exhausta y agradecida por igual, accediste. Te pusieron un colmado plato de lentejas…

Amara, ¿Te comiste las lentejas?

-          Sí, no sólo me las comí, las devoré, estaban deliciosas – Respondió con entusiasmo.

-          En esos momentos, a la pregunta ¿Amara tiene Razón si afirma que un plato de Lentejas saciarían su Hambre, qué contestarías?

-          Te diría que Sí, tengo Razón al afirmar tal cosa – Respondió bajando la mirada un poco avergonzada.

-          ¡Estupendo! Si a la pregunta genérica de ¿A Amara le sacia el Hambre un plato de Lentejas, qué dirías ahora?

-          Pues… que Depende.

-          Y… ¿Amara siempre tiene Razón? ¿Qué derechos da el “Tener Razón”? ¿Verdaderamente existe, es un hecho el “Tener Razón” o es algo efímero? por consiguiente ¿Vale la pena herir/sufrir por ese “Tener Razón”?...

-          Eh… - Amara se quedó sin palabras, su entendimiento estaba procesando a la velocidad que su vehículo daba – Pero no tuvo tiempo de reaccionar.

-          Amara bonita, tienes que regresar, mis más amorosas bendiciones para ti, disfruta de tu viaje por la Vida.

   El viento le sopló en la cara y abrió los ojos, estaba tirada lo larga que era en el suelo de su casa, a ambos lados se encontraban su padre y su madre con cara de preocupación y de miedo, el desplome fue considerable. Se incorporó rápidamente al igual que ellos. No dejó tiempo a que preguntaran o dijeran nada en absoluto, ella uno a uno fue abrazándoles cariñosamente y cuando los hubo tenido frente a frente, mirándoles a los ojos, ella dijo: “Lentejas”…

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