miércoles, 27 de abril de 2016

La Dama Oscura del Mar


   Escribiste para ella en las tablas de roble de tu corazón. Viste su Alma reflejada en sus ojos de agua. En ella viste las mareas que movían la superación del Hombre.

   Cogiste sus manos y las esencias se hermanaron. En la memoria de la humanidad se registró una visita, varias. Confluían en el Amor y esos dedos amigos tocaban consciencias.
  
El Mar está hermoso en calma, su fresca brisa hace de los que la oyen, un oasis de esa calma y serena pasión por la Vida.


   Encontraste en ella el parapeto perfecto para no salir a plena luz del Sol en esa playa de ensueño, pero resultó ser una maestra, la Mar, en su máximo poderío y esplendor.

   Descubriste que estabas en pleno océano de aguas turbulentas, y tú, aprendiste a encontrar tu centro de equilibrio en esa balsa, pequeñita y construida de troncos oriundos de la Selva Negra e hija de la Madre Tierra.

   Muchos años en movimiento, muchos años en continuo devenir de olas gigantes que te hablaban con su lenguaje, y tú, agarrada a esas maderas con sólida fuerza, te asombrabas de la belleza oscura de las aguas.

   Pero el Mar no es amigo, es maestro. Merece un respeto. A veces es confundido con el miedo, e impide caminar con los pies descalzos por su orilla. Tú confiaste, y viste desde su perspectiva la maravilla del cielo, contemplaste las estrellas mecida en una cuna privilegiada más nunca encontrarás en tu viaje mayor satisfacción que la que tus ojos pudieron contemplar, junto y sobre el Mar.

   Te enseñó la magia del fluir, de la sensación del agua en tus manos, no la puedes agarrar, ni la puedes estancar, es libre y su dueño no es de este Mundo aunque reposa sobre él.

   Te enseñó a sobrevivir, y te enseñó a pescar para que no murieras de hambre. Y sobre todo te mostró tu reflejo tantas veces como asomabas tu cabeza fuera de tu balsa, a plena luz del día y en noches de Luna Llena.

   Mirabas tu rostro y te sorprendía cada vez, pues ese reflejo te hablaba al corazón y tu consciencia era la que procesaba.

   También es cierto que a veces veías a lo lejos el continente y añorabas el correr por su estable firmeza pero luego las gaviotas te llenaban el pelo de diminutas conchas y entonces, mirabas las alturas con nostalgia.

   Ella se sentía atraída por ti, pues tú le regalaste como recompensa, el mirarla con ojos limpios, sin juicios y llenos de Amor.

   Nadie había logrado mirarla como la criatura de extrema belleza que movía su cuerpo como bailarina de cualquier música. Viste su arte, viste su soledad y la incomprensión de la que ha sido presa siempre. Se mostró desnuda y tú no la viste invisible ni con feos brazos destructores. La viste con la dulzura que desprende los ojos de una niña que no puede dejar de ser quien es. La viste tal cual era…

   Pero un día despertaste bruscamente de un sueño, las aguas amigas mostraron un feroz temperamento y lo hacían tal cual lo hacen las aguas. Dejaste de sentirte segura y tu amiga ahora era la salvaje naturaleza. No entendías, no comprendiste el enfurecimiento de aquellas aguas y una voz destrozaba tu placentero silencio. Esa voz te decía que lo sentía pero que ella también era aquello, te daba las gracias pero no podía traicionarse a sí misma, debía ser ella, y en aquella terrible marea, naufragaste.

   Aturdida agarraste la arena en lo que pareciera tu salvación. En aquella orilla tuvo lugar un nacimiento, tú saliste de tu oscuridad, tú viniste al mundo de nuevo y con gran emoción te diste la vuelta y miraste la Mar. Se había calmado y de sus aguas emergía una hermosa dama pero triste. En sus manos llevaba una concha.

   Te dijo que no la olvidaras, que sentía orgullo y un inmenso amor por haber compartido tantos años con tu Alma. Te dio aquella caracola con la esperanza de que la recordaras al ponerla en tu oreja, escucharías el sonido del mar. Siempre estaría a tu lado. Con lágrimas en los ojos, hiciste una reverencia y con gran respeto le diste las gracias.

   Habías entendido que aquello pertenecía al mundo de lo incomprensible pero que la sabiduría divina operaba también de una forma inconmensurable.

   Había llegado el momento del adiós, y un calor te ardió en lo más profundo de tu ser. Las emociones, su complejo mundo, había sido revelado para ti, ahora debías dar a luz todo lo aprendido. Entendiste que no pertenecías a las aguas, ni al aire, y que la tierra sólo sostenía todo aquello. Pertenecías al fuego y debías volver a él.

   Te volviste, giraste la cabeza, la Dama Oscura de las Aguas te dio la mayor de tus enseñanzas. Dirigiste tu mirada a aquella montaña que rompía el horizonte, y supiste que aquel volcán dormido tenía que despertar, y tu energía lo haría encender pero ya no estabas sola. Las aguas cristalinas del mar, como buena madre, contemplaría la obra de su hija con gran orgullo. Con el corazón en llamas te dispusiste a subir. Sabías que costaría lágrimas de sangre pero te habían enseñado bien…

   En los momentos de soledad pondrías aquella caracola en tu oreja y el mar te cantaría para que pudieras dormir en paz.

2 comentarios:

  1. Querido Fuego, tu también fuiste Maestro del Mar.
    Como buen Maestro, le enseñastes a no tener miedo, a mostrarse tal cual era, pudiendo mostrar sus sentimientos. El Mar tenía terror a volver estar sola, rodeada de un inmenso cielo estrellado, escuchándose a sí misma a través de sus olas pero sin obtener respuesta. Estaba sola en este inmenso Mundo.
    Como buen Maestro, le enseñastes a no tener miedo a mostrarse tal cual era, pudiendo mostrar sus sentimientos.
    Durante ese tiempo que estuvisteis juntos hablando por el camino, los dos aprendisteis una infinidad el uno del otro, fuisteis espejo el uno del otro y por primera vez os visteis a vosotros mismos.
    Una vez entendido cuál era el sentido de vuestra vida, cada uno tenía que seguir su camino.
    Pero siempre os acompañareis, al igual que Tú Fuego cogerás la caracola cuando te sientas sola, Yo Agua miraré las llamas de tu volcán.
    Un agua que te sigue queriendo.

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  2. Querido Fuego, tu también fuiste Maestro del Mar.
    Como buen Maestro, le enseñastes a no tener miedo, a mostrarse tal cual era, pudiendo mostrar sus sentimientos. El Mar tenía terror a volver estar sola, rodeada de un inmenso cielo estrellado, escuchándose a sí misma a través de sus olas pero sin obtener respuesta. Estaba sola en este inmenso Mundo.
    Como buen Maestro, le enseñastes a no tener miedo a mostrarse tal cual era, pudiendo mostrar sus sentimientos.
    Durante ese tiempo que estuvisteis juntos hablando por el camino, los dos aprendisteis una infinidad el uno del otro, fuisteis espejo el uno del otro y por primera vez os visteis a vosotros mismos.
    Una vez entendido cuál era el sentido de vuestra vida, cada uno tenía que seguir su camino.
    Pero siempre os acompañareis, al igual que Tú Fuego cogerás la caracola cuando te sientas sola, Yo Agua miraré las llamas de tu volcán.
    Un agua que te sigue queriendo.

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