Su rugir no me daba miedo, a él tampoco. Íbamos de la mano.
El tigre nos seguía y se puso a nuestro lado. Caminábamos juntos los tres... ¿Armonía? Curioso...
La espiral nos alcanzó, estando en su interior, nos miramos y sin palabras, decidimos seguir adelante.
Recuperé mi poder, él se sintió igual, el tigre... fué él mismo.
La música sonaba, y con su ritmo mágico, los tres abrimos esa puerta...
Me ví, nos vimos. Los Yo oscuros estaban en el rincón, agazapados, muertos de miedo, pero a la vez, llenos de ira. Saltaron en ataque mortal...
En un momento, todo fué un caos, pero el tigre sacó sus garras y rugió con fuerza. No hizo falta nada más, después, calma absoluta...
Nos miró y dijo, yo soy tú, tú eres yo, tu y yo...
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